Jorge Audero llegó desde Italia a Buenos Aires en 1913. En Vila, Santa Fe, conoció a Antonia Ingaramo. En 1920 se casaron y tuvieron seis hijos. Clanel, el sexto, nació el 23 de agosto de 1936.
En 1948 Jorge compró la sodería de Frencia en Sunchales y la familia se mudó allí. Clanel, más conocido como “Chocho”, trabajó desde pequeño en el negocio, movilizando los caballos que se usaban para hacer el reparto con volantas y llenando sifones.
Sunchales crecía en población y la sodería sumaba clientes. Con el tiempo “Chocho” ocupó el escritorio, desde donde hacía las compras, acompañado por sus hermanos Delio y Olivio.
El negocio no detuvo su progreso y llegó a ser el mayor distribuidor de bebidas de la ciudad. En su mejor época tuvo más de 500 clientes, 3 camiones para el reparto y 30 proveedores de distintas marcas de bebidas.
Pero en la década del ’80 la situación comenzó a cambiar, debido a la hiperinflación y el aumento de la competencia. Además, la aparición de los envases descartables hizo que la gente dejara de consumir soda en sifones. Así el negocio perdió la mitad de los clientes.
Las ventas cayeron más aun a fines de los ’90 cuando Quilmes y Coca-Cola modificaron su sistema de venta, quitándole la concesión a los Audero. Fue el golpe final.
En los años siguientes el negocio conservó algunos clientes particulares hasta que el 1 de febrero de 2012 cerró sus puertas, luego de 63 años de intensa actividad.
En 2014 “Chocho” publicó un libro titulado «Recuerdos y más recuerdos: La historia del clan de la familia de Jorge Audero», un nostálgico relato que él deja como documento, testimonio y legado.
En la esquina de Roque Sáenz Peña y Alem la historia de la sodería de los Audero sigue viva gracias a la prodigiosa memoria de “Chocho” y sus recuerdos apasionados.
Es una historia de muchas vidas y de un negocio que creció con la ciudad, que se hizo grande junto con ella y que la acompañó hasta donde pudo.
Todo lo que nos cuenta “Chocho” es parte de esta gran historia, de los Audero y su sodería, de sus días de gloria y de sus penas, de Sunchales y su gente. Escuchemos con atención, entonces, porque es la historia de todos nosotros.
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