Luis Longoni se casó con Ana Bongiovanni en 1935 en Sunchales y se mudaron a Campo Ristorto. Allí nació Italo, su primer hijo. Luego vivieron en Grutly, donde nació Ana María, Juan Carlos y las mellizas Elva y Esther. Después trabajaron en la Aristo, la fábrica de quesos más importante de la zona en esa época.
En 1960 la familia se mudó a Sunchales. Alquilaron una casa con un bar de poco éxito llamado «El Gato Negro». «Le decían el bar de la cerveza caliente y el café frío», comenta entre risas Cachi. «Le quisimos poner El Porvenir, pero todos decían «Vamos a El Gato» y quedó así, no le pudimos cambiar el nombre», agrega Elva.
Toda la familia puso a punto el bar y la gente empezó a llegar como nunca antes, atraída por la calidad de la comida casera y el ambiente familiar. Así logró fama y se transformó en un lugar emblemático de la ciudad. Eran célebres los ravioles de doña Ana y los chacinados de don Luis: chorizos secos y a la grasa, queso de chancho, panceta, morcillas, leberwurst y cune.
La fábrica Rotania estaba en la misma manzana y marcaba el ritmo del negocio. «A los empleados les daban 20 minutos para comer, venían y tomaban café con leche, vino o cerveza con picada. Teníamos que atenderlos a todos en ese rato».
«El Gato Negro» además tuvo bazar, despensa, tienda, zapatillería y salón de eventos. Elva recuerda que “había noches que no dormíamos, porque después de una fiesta al otro día había que abrir el bar”.
Luego de casi 50 años, Elva y Cachi quedaron solos al frente del negocio. La realidad había cambiado y en 2006 decidieron cerrarlo.
Todo este tiempo ha dado vida a miles de historias, que tienen a las personas y a la amistad como protagonistas. Para Cachi “fue una forma de hacer muchos amigos. Yo salgo a la calle y nadie habla mal de mí, eso es muy valioso, tener una buena reputación”. Elva piensa que lo más importante son “las amistades que creamos. Fue una época muy linda. Nos quedó la amistad de toda la gente y hermosos recuerdos”.
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