Nació en Sunchales en 1925. Estudió en la Escuela “Florentino Ameghino” y luego en la Escuela Normal de Rafaela, donde se recibió de maestra en 1942. Ese mismo año falleció uno de sus hermanos y su padre, quien fuera el iniciador de la Agencia Ford en Sunchales en el año 1923.
Hizo reemplazos y dio clases en la escuela rural de Campo Ristorto. Luego trabajó en la agencia de su familia. Estuvo a cargo de la contabilidad hasta el día en que se vendió el negocio, en 1962. «Me gustaban los números. Hacía el libro de contabilidad, la correspondencia y los cheques».
Se casó con el técnico constructor Eduardo Menino y trabajó junto a él 35 años: «Hacía los presupuestos, los pliegos de condiciones, los contratos. Aprendí mucho y me gustaba». Además tuvieron durante más de 30 años un negocio de venta de materiales para decoración y revestimiento.
En 2015 falleció su esposo. Su único hijo vive en México desde hace 21 años. A pesar de la soledad que a veces siente, valora las amistades que cosechó y que aún perduran. «Puedo agradecerle a la vida muchas cosas, traté de que mi vida sea normal, de actuar correctamente, de no ser molestia para nadie, de tener amigos sinceros, y eso vale mucho».
Quiere a su pueblo natal, fue testigo de sus cambios y rescata sus valores. «Yo soy sunchalense de alma, porque nací aquí y le tengo cariño al pueblo. Yo lo vi crecer, todas mis horas felices las pasé acá. En lo cultural, deportivo y social se avanzó mucho, eso me da satisfacción».
«Fui muy feliz con mi familia. Mis padres valían oro, los quise muchísimo, a mis hermanos también. Mi casa era bochinchera, se cantaba y se tocaba el piano, eso era algo normal», evoca con una memoria muy fresca.
Se emociona cuando cuenta que recordaron a su padre con elogios: «¡Qué señor mecánico!» dijeron. «Esa es la mejor herencia que me pudo haber dejado, que tengan ese buen recuerdo de él, son satisfacciones que te da la vida. Esa sola frase me hizo feliz». Y agrega: «Él fue un buen trabajador, y más que nada honesto, correcto, como era mucha gente de antes».
Nelly es dueña de experiencias que marcaron su vida y de un patrimonio de valores que lleva con orgullo. «Hay que darle valor a las cosas que lo tienen y negárselo a las que no lo tienen. Eso se aprende con el tiempo, a no sufrir por cosas que no lo merecen. La vida tiene altibajos para todos, se aprende viviendo”.
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